La importancia que tuvieron para el Goierri los pastos de altura de la Mancomunidad de Enirio-Aralar es difícil comprenderlo actualmente. A pesar de que ya se venían usando los mismos con anterioridad a su creación jurídica, debemos fijar el acta de su fundación el 14 de noviembre de 1409. En realidad, este hecho venía también de un poco antes, concretamente del 27 de octubre del año 1400, fecha ésta en la que Enrique III, rey de Castilla, dona a su vasallo vasco Juan de Amezqueta:
“…todos los mortueros e erbajes de Aralarr e de Henirio, para que los ayades de aquí adelante por juro de heredad para siempre jamas” (1)
Los vecinos situados en los valles aledaños y en sus vertientes altas ya estarían utilizando tales pastos altos de verano habitualmente, pero sin ningún soporte legal o jurídico de amparo para tales usos de los vecinos, salvo las costumbres transmitidas a las gentes por sus mayores en el día a día desde tiempo inmemorial. Esta donación incluía todas las potestades habidas del citado territorio, tales como el derecho al agua, tierra, frutos, hoja, leña, pasto, carbón, etc., así como también la utilización de los Seles donde se refugiaban el ganado y los pastores al ponerse el sol, etc. Lo cierto es que finalmente esos vecinos ganaderos y agricultores, usuarios habituales de tales bienes naturales desde tiempo inmemorial, quedaban desde ese momento fuera de su disfrute y aprovechamiento.
Sin duda que todas esas distintas facetas de utilización y rentabilización de dichos bienes serían importantes entonces en el día a día de los vecinos, pero pensamos que tal vez durante esos años el derecho a esos antiguos pastos con sus respectivos seles o majadas ganaderas de la época superaría en querencia al resto de las utilizaciones que ofrecía la sierra. Desde época muy antigua cada uno de dichos seles ya tenían asignados documentalmente como ubicación distintos nombres, de tal forma que todavía hoy en día el topónimo vigente se puede identificar en muchos casos con el que tenía hace más de 600 años.
En su libro sobre San Miguel de Aralar de 1828, Martín José de Marcotegui pone en boca del Abate de dicho monasterio de Aralar, cuando hace la descripción de un Sel de la época, esto que sigue:
“Sel es un monte de Arboles en círculo perfecto con su mojon (“austarri”) en el centro…” (2)
Esto tan escueto, que parece no tener importancia, sugiere muchas más cosas, entre ellas que dichos Seles, tanto en el Aralar guipuzcoano como en el Realengo navarro de dicho macizo, se ubicarían en sus orígenes sobre bosques de hayas, dado que eran entonces bustalizas de vacas principalmente, y no los actuales rebaños de ovejas. Los pastos actuales, más idóneos para el ganado lanar, fueron surgiendo en la zona guipuzcoana una vez esquilmados dichos bosques de hayas (normalmente transformadas en carbón vegetal), utilizadas principalmente para las ferrerías guipuzcoanas. La gran interrogante, imposible de resolver desde la simple información documental, es ¿Desde cuánto tiempo antes pudieron existir en Aralar estos Seles o majadas circulares con sus “austarriak” o piedras cenizales en su centro?
Enlazando datos en el tiempo, Alfredo Moraza también refiere otro dato importante para situarnos en tales épocas respecto a las citaciones documentales de la sierra de Aralar; nos referimos en este momento a esta citación:
“El primer documento escrito que se refiere a Guipuzcoa data de principios del siglo XI, y en él ya aparece referenciada la sierra de Aralar” (3)
Volviendo hacia atrás, en ese antiguo libro de Marcotegui citado anteriormente, dicen, entre otras muchas cosas, aparte de que “Sel es un monte de árboles en círculo perfecto….”, que ya desde muy antiguo se habían producido donaciones de los distintos monarcas navarros a diferentes monasterios. (4)
En cuanto a la orografía de los Seles, si nos trasladamos ahora a las descripciones que efectuaron sus propietarios posteriormente en esa misma zona del Aralar guipuzcoano cuando empezaron a inscribirnos en los nuevos Registros dos siglos después, aproximadamente hacia 1865, tales firmantes ya iniciaban la reseña de inscripción de esta otra forma: “Sel, terreno herbal sito en la jurisdicción de Enirio Aralar…”. (5)
Los bosques de árboles durante esa época ya habían desaparecido de las zonas altas de Aralar en dichas fechas, y se habían transformado con el paso del tiempo en pastos de hierba para otro tipo de ganado, en este caso para el lanar que todavía impera en la zona hoy en día.
Siguiendo con los seles de Aralar, y tan solo a título de curiosidad, mostramos a continuación una serie de antiguos nombres de Seles que todavía hoy en día podemos identificar con los actuales topónimos, tal y como hemos referido al principio: veamos primero algunos seles o antiguas majadas de la primitiva Bozue menor, hoy comprendidos en la llamada Unión de Villafranca:
“Udaola, valorado en 7.000 reales de vellón; Berraga, valorado en 8.000 r/v; Armaibarrutia, valorado en 6.500 r/v; Armailecoitia, valorado en 6.500 r/v; Arrola de suso, valorado en 6.900 r/v; Arrola de Yuso, valorado en 6.800 r/v; Gorostiaga de suso, valorado en 6.600 r/v; Gorostiaga de Yuso, valorado en 6.950 r/v; Idaleibar, valorado en 7.500 r/v; Lizarbieta, valorado en 7.500 r/v; Lupaobia, valorado en 7.200 r/v; Picoeta ondarra (Pikuta), valorado en 7.300 r/v; Picoeta de suso (Pikuta), valorado en 7.000 r/v; Urrestovia, valorado en 7.000 r/v” (5)
Estos otros que vamos a citar a continuación pertenecían a su vez a la antigua unión de Bozue mayor de dicha Mancomunidad de Aralar, cuya cabeza visible entonces era la villa de Amezketa:
“Arrizaga, situado hacia la regata, junto al edificio de la fábrica de cobre (las minas de Arritzaga), tiene un mojón en el centro con la letra G (marca acreditativa de la Casa Góngora), y la cruz en el mojón central.
Ayunzagui antes, ahora Ainzegui, en Aralar-Enirio, etc.….
Eriza, próximo a la peña Beotegui, en los límites de Amezketa, Sel situado a la izquierda de la regata que baja desde la fábrica inutilizada de cobre, etc….
Burunzizin, junto a la regata que baja de las minas de calamina, etc…
Mendicante, junto al otro Sel de nombre Ayunzagui, etc….
Narrue, en los montes de Aralar-Enirio, jurisdicción de los 15 pueblos, que se sitúa “al Este del juego de pelota de nombre Narrue”, etc….
Odazabal antes, hoy Budegui, entre peñascos del camino que desde el punto Saltarri-Amezketa se dirige a la casa de Mikeletes o Administración de derechos provinciales llamada Ernaga (Errenaga, en Igaratza).
Salin, a la izquierda de la regata que baja de las minas, etc….
Guerosiolaza, a la izquierda de la regata que baja desde minas, etc….
Gorostaga antes, ahora Lizardi, situado en la falda de Gorostiaga, etc….
Zalegui antes, ahora Eizegui, situado al pie de la peña Beotegui, etc…” (6)
Nombres de Seles para los pueblos del Goierri tan emblemáticos y conocidos como las majadas de Beaskin, Alotza, Gorostizu, Cayain, etc., ya eran conocidos hace varios siglos como tales, dado que tan solo se aprecian pequeñas modificaciones en sus modernas estructuras gramaticales.
Desde la Concordia del año 1409, donde dicha Mancomunidad de intereses acordó comprar esos derechos que tenía Juan de Amezqueta por donación del rey sobre tales montes, quedaba claro que existían dos grupos de poblaciones claramente diferenciados por la procedencia de sus valles. Los nombres de ambos grupos de poblaciones se conocieron finalmente durante siglos como Bozue mayor y Bozue menor, cada uno con una participación global en la zona guipuzcoana de la sierra del 50%. En el primer grupo esa mitad la encabezaba la villa de Amezqueta, y tan solo con Abalzisqueta, Baliarrain. Icaztegieta y Orendain (todos escritos con su antigua grafía), alcanzaban esa mitad de derechos en tales montes.
Villafranca (Ordizia hoy en día), también encabezó desde el principio los intereses de las poblaciones en ese otro 50% en cuanto a derechos, aunque ahora eran esos vecinos de Alzaga, Arama, Ataun, Beasain, Isasondo, Gainza, Lazcano, Legorreta, Ordizia (antigua Villafranca) y Zaldibia, nada menos que diez poblaciones los que poseían los derechos de esa otra mitad.
Como bien dice Alfredo Moraza en el libro anteriormente citado, posiblemente fuera una desigual participación monetaria de las citadas 15 poblaciones en esos 1400 florines que acordaron abonar entonces por los derechos que tenía Juan de Amezketa sobre tales montes. (7)
- ANIVERSARIO DE LA MANCOMUNIDAD, Alfredo Moraza, página 29
- Compendio de la Historia de la aparición de San Miguel Excelsis, Martín José de Marcotegui, página 121
- ANIVERSARIO DE LA MANCOMUNIDAD, Alfredo Moraza, página 26
- Compendio de la Historia de la aparición de San Miguel Excelsis, Martín José de Marcotegui, página 122 a 129 y otras
- “Seles del reino de Pamplona en Aralar”, Santa Ana 2014, Martin Garcia Garmendia
- “Los antiguos seles de Aralar”, Santa Ana 2009, Martín Garcia Garmendia
- ANIVERSARIO DE LA MANCOMUNIDAD, Alfredo Moraza, página 35
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